Cerrar ciclos
Muchas veces vale la pena, y otras tantas, al cerrar un ciclo nos arranca un pedazo de nosotros sabiendo que morirá para siempre.
Hay veces que cerrar el ciclo es planeado y se visualiza claramente el cambio acercándose desde el horizonte; esos los conocemos; los esperamos, los planeamos, los comprendemos; sin embargo, existen otras veces que duele cerrar y pues es como un inesperado un portazo aventado por el aire, definitivo.
Otras tantas veces los ciclos se cierran silenciosamente; empiezan con ideas que intentas silenciar, das por hecho que esas ideas por vivir en tu mente no hacen ruido y olvidas que es suficiente con que tú las escuches.
Tratas de acomodarte y simplemente seguir con lo habitual, engañándonos a nosotros mismos cuando algo no puede seguir siendo como es y nos acostumbramos a silenciar esa voz que no se calla y en letras chiquitas invisibles nos grita que es momento de moverse, de cerrar, de cambiar y simplemente permanecemos inertes por miedo que paraliza y a la larga, mata todo.
Pero hay días gloriosos que el grito de batalla esta en nosotros y sale desde el corazón, fuerte, seguro. Son esos días que dices ¡Se acabó! Posiblemente puede haber una gota que derrame el vaso, o simplemente con un acto de valentía y por amor a ti decides poner un punto final.
Estos mensajes llegan mientras estas en la regadera y dejas de pensar. Llegan cuando estas tú contigo, cuando te desconectas y paradójicamente logras conectarte, logras escucharte. Hay que aprender a ponerles micrófono a nuestras ideas que valen, esa voz que escuchas eres tú, es tu intuición, y se trata de hacer pequeños ajustes cotidianamente para seguir y evitar convertirnos en máquinas que sobreviven a una rutina y poder empatar con el reflejo del espejo.
Son los No´s dichos a tiempo. Son las pláticas que hay que tener con nudos en la garganta. Es saber decir lo que piensas sin poner en juego la paz. Es levantar la mano cuando jamás lo has hecho. Es hablar claro y ser impecable con tus palabras. Es honrar lo que piensas y buscar la forma de encontrar coherencia con lo que tu alma resuena. Es terminar con una guerra de 20 años. O talvez es decir te quiero desde siempre.
Cerrar ciclos, es mantenerse sano. Es como ordenar un cajón, pues ahora sabes que tienes y donde está, en vez de ignorar que ese cajón que guarda cosas inservibles que para cuando te des cuenta es imposible volverlo a cerrar. Somos contenedores de historias y sobre todo de sentimientos, hay que intentar tener cada cosa en su lugar para no contaminarnos con lo inservible.
La congruencia de ser y parecer, de estar y pensar esa conquista del equilibrio, meticulosamente medido con un celoso nivel donde, siempre la burbuja tiene q estar en el centro. Es una armonía difícil de encontrar, pero sagrada al ser encontrada.
Somos tiempo, somos recuerdos imposibles de borrar. No se puede congelar el tiempo cuando ya no es, pues lo que algún día fue emoción hoy se vuelve el hueco, y una sombra lejana que distorsiona las palabras y amarillenta las ideas. Cerrar un ciclo es ponerle un capelo a lo que fue y congelarlo en el tiempo, que se queda suspendido convirtiéndose en un eterno flotador hasta llegar a acuerdos de no volver a acordarse.
Al final se trata de mantener la risa fresca, ¡de vivir! no de sobrevivir, de cerrar cuando es momento y no aferrarse a algo que no nos pertenece más. Saber decir adiós a tiempo antes de que nos invada el adiós.