Sorbo a sorbo
En cada sorbo bébelo como si bebieras champagne y que las burbujas te llenen, te nutran, te inflen, te eleven. Que se sienta ese cosquilleo en cada despertar.
Cada quien ve a la vida como cada quien la quiere tomar. Habrá quien no se canse de beberla en copa fina, como el mejor de los vinos, a la temperatura perfecta, con la bebida oxigenada y consientes de lo que tienen entre manos. Del tiempo que se tomó el universo para crear la cosecha perfecta. Con calma, con todos los sentidos percibiendo y abiertos; disfrutando del color, del olor, del sabor, de la temperatura, hasta el sonido de chocar las copas, y sin duda, disfrutando de la compañía con quien la bebes.
Habrá quien no necesite de tanto ritual para poderla destapar y disfrutar su bebida en su totalidad. Como quien destapa una botella de cerveza helada y le da un sorbo dejando entrar y cumplir con todas las expectativas que tenia de aquel trago. Consiente.
O quien después de experimentar tanto, por fin llego a la mezcla del cóctel perfecto que tiene su toque y su sello, que lo creó y es una combinación perfecta que sin duda marcará tendencia cuando sea el favorito de muchos más. Un coctel que posiblemente haya sido un acierto del destino y al mezclar cosas distintas sale una poética combinación y explosión de sabores
Para tener una buena cosecha en la mano tienen que pasar tantas cosas; desde la tierra donde se siembra, el clima, los cuidados, la calidad de la uva, el proceso de fermentación, la maduración, la vendimia y lo que hay a rededor de la celebración y de la esencia de la misma.
Para decidir que vino es bueno tomar, cuenta mucho la etiqueta. Que nombre tiene, que nos dice la imagen, que año es, y todos los demás elementos que acompañan tener entre manos el esfuerzo de décadas, desde el crecimiento de las vides hasta el vino detrás del fino cristal que te acompañan y se mueven al compás de tus movimientos.
El vino es como el arte, pues todo es cuestión de percepción, y de gustos. Es un buen vino, si te gusta. No hay mayor explicación, ni justificación. Y la única forma de saberlo, es probándolo. Cómo todo en la vida. Un buen vino nunca te dejara un mal recuerdo. Date la oportunidad de catar lo que la vida tiene puesto para ti.
Recuerda que cada quien decide como tomarse la vida; a tragos y sin saborear. O con elegancia, poco a poco y pensando que todo es una ocasión especial digna de brindar. De festejar, por habernos reencontrado, por haber triunfado de de haber encontrado un espacio de paz, por revivir eso que nos hace ser nosotros, por no dejar empañar nuestras ilusiones, por defender lo que nos hace ser luz en un mundo lleno de viento que parece soplar en todas las direcciones dispuestos a extinguir cualquier llama que pudiese permanecer prendida.
Mantengámonos junto lo que nos da calor y que mantiene vivo a ese fuego que somos nosotros y lo tenemos innato. Mantengámonos cerquita de aquellos que creen en nuestro espíritu, de los que les gusta brindar con nosotros, o por nosotros. De quienes hacen brindis bien pensados y preparados, brindis con bromas y cargados de sentido, de aquellos que nos conocen y nosotros bajamos la guardia para que nos puedan conocer. Rodéate de personas que después de algunos tragos sabes que te van a proteger, que puedes ser tú, y quitarte aquellos velos y descubrir tu verdad.
¿Qué caso tiene seguir brindando? Si no es por las razones suficientes que lleva cada despertar.